Diario de Moscú (1787)

Al amparo de la hospitalidad de la emperatriz Catalina II, Francisco de Miranda reside en Moscú durante un mes entre mayo y junio de 1787 antes de continuar camino hacia San Petersburgo. El estatus de conde informalmente conferido a él por la monarca le abre las puertas a las más altas esferas sociales de la ciudad, que, pese al hecho de que para ese entonces no ostenta el título de capital imperial, se encuentra en plena transformación. Su extensa relación es un auténtico catálogo de todo lo que encierra la metrópolis rusa: hospitales, palacios, conventos, iglesias, parques, escuelas. Gran impresión le causa la naturalidad con la que los moscovitas acogen la desnudez en los baños públicos, "donde observé muchos hombres y mujeres desnudos y casi todos mezclados, sin que a la vista de tantas Evas, uno siquiera bandase [tuviera una erección]... cosa singularísima. Y así también observé varias mujeres vestidas que habían entrado enmedio de los hombres a hablar de negocios, sin que se observase la menor conmoción o novedad en ellas, ¡jóvenes sin embargo!"

Transcripción: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

La versta es una unidad de distancia utilizada antiguamente en Rusia:
1 versta = 1,06 kilómetros.

"11 de mayo de 1787. En fin, por sendas intransitables y desnucaderos, aunque el camino aquí no es tan malo como el anterior, avistamos la gran ciudad de Moscú -32 verstas- cuya meseta de palacios, jardines y chozas todo junto, le da alguna similitud con Constantinopla. Sobre el camino hay varias casas de campo muy bien situadas, con abundancia de árboles, alamedas alrededor, y las cercanías de la ciudad por todas partes parecen sumamente agradables y pintorescas. ¡Cómo estas gentes, que están obligadas a consumir tanta leña, han podido preservar tantísimos bosques, es cosa que no entiendo!

A las nueve p.m., de día, llegué a la ciudad, la cual atravesé en busca del palacio u hotel del Mariscal Rumantzov. Me llevaron justamente a otra parte, palacio del mismo Mariscal, que habita hoy el General Mayor Bakunin, y allí estuve más de media hora, hasta que me dieron un criado para conducirme. Mas es particular que a mi vista se robasen aquellos criados la pelliza de mi criado que cayó en tierra, cuando éste se apeó para entrar con la carta, y, solicitada después, la negaron absolutamente todos. A las once llegué al hotel y los criados me dieron alojamiento, pues el ayudante no estaba en casa. Fue menester pagar la Posta doble, 4 kopeks por versta cada caballo, pues ésta es la práctica. Tomé una taza de té y me fui a la cama.

12 de mayo. Tuve visita por la mañana del ayudante señor Besin, Teniente Coronel en este servicio, que me significó que el Mariscal le prevenía que franquease cuanto yo hubiera menester. Me hizo traer una berlina a cuatro caballos que cuesta diariamente cuatro rublos.

Salí a la una a hacer visitas, mas el Gobernador no estaba en casa. Le dejé mis cartas y un billete, pues ni yo entiendo a mis criados ni ellos me entienden a mí. Después de otras, vine a casa, me hallé cerrado, y me fui a comer algo en casa del traiteur francés, a las tres, mas hallé que la mesa redonda estaba ya concluida y que la compañía no era de lo más selecta. Propuse el que me diesen un poco de sopa en un cuarto separado, pero no lo había y me querían servir en el mismo en que estaba toda la compañía indistinta. "S'il vous plait, monsieur" ["por favor, señor"], me decía Madame; "il ne me plaît pas" ["no me gusta"], le respondí. Tomé mi coche para irme a casa a dar con un pedazo de jamón que me quedaba de mis provisiones de viaje, el cual, con un poco de leche que añadió mi criado, fue toda mi comida. Verificándose así el pasar tres días sin gustar cosa caliente, excepto el té que solía tomar cada 24 horas, pues no se pudo encontrar qué comer a esta hora en las hosterías. Mi anfitrión, el Mayor, no previó sin duda este caso, contando tal vez en que el General Gobernador me convidaría a comer, mas éste no estaba en casa cuando yo llamé.

A las 5 p.m. tomé otra vez mi coche y continué mis visitas dejando las cartas y un billete, con animo de ir a la Comedia a las seis, mas se me hizo tarde y no pude concluir hasta las ocho dadas.

¡Oh, qué extensiva ciudad es esta!, pues los jardines, parques y vacíos que en el medio se encuentran son muchísimos. Sin embargo, hay un gran número de muy buenos edificios y palacios construidos en el gusto italiano, francés, inglés, holandés, etc., y aun en un gusto peculiar, que se conforma muy poco con el griego y romano. A las nueve volví a casa fatigado. Tomé té, leí un poco, etc.

13 de mayo. A las nueve a.m. tuve un secretario del General Gobernador cumplimentándome y dándome excusas por no haberlo hecho antes, pues mis cartas, por equivocación de los criados que me condujeron, fueron entregadas en casa del Gobernador Civil y así no se las llevaron a él hasta el anochecer. Me propuso asimismo el ir a ver la ciudad cuando gustase, y yo resolví que hoy mismo. Se fue a hacerlo prevenir y quedó en volver.

En el intermedio tuve visita de los hijos de la señora Kamensky y de la Princesa de Gortchakov, con mucha política, y la primera convidándome a comer. Vino el secretario, señor Rost, y fuimos a la Casa Imperial de niños expósitos. Su director, el señor Goguel, nos había estado esperando toda la mañana. Seguimos la visita y vimos todas las edades y clases diversas, tanto de mujeres como de hombres, todo bastante aseado y con muy buena dirección. Cuando pequeños, son mujeres que les asisten, y cuando mayores, hombres. Se les enseña a leer, escribir, aritmética, etc. Alemán, francés, etc., y a dibujar. Para los ejercicios de juventud, tienen en los jardines columpios y para formar una montaña de hielo para resbalar sin trineo. Cuando están ya educados pasan afuera con acomodo, o a una manufactura de naipes, medias, relojes, etc., que se ha establecido también por la corona en beneficio suyo. Hay actualmente en dicho colegio, según me informa su director, 1.600 expósitos, y dados a criar en el campo, 2.000.

Luego pasamos al establecimiento que llaman del señor Demidov, comerciante ruso, el cual está en este propio colegio, que nos mostró el Conde de Salentz, Inspector actual, Mayor en rango. Consiste en 100 jóvenes legítimos, que se instruyen para el comercio. A estos se les viste, alimenta, aloja e instruye en las lenguas rusa, alemana, francesa, inglesa y geografía, todo gratis. Vi sus apartamentos y todo en muy buen orden, y no se puede dejar de aplaudir un semejante establecimiento, que con el tiempo procurará a la nación un cuerpo de comerciantes bien instruidos y por consecuencia más útiles. El fondo para dicho establecimiento es de 250.000 rublos que rentan 13.000 al año, y con esto se subviene a todo muy bien.

Me retiré a casa a eso de las dos, donde comí y a las 5 p.m. tomé mi coche para ir al gran Paseo que hoy hay en el convento de Novodievitchi -o convento de doncellas- donde estuvo encerrada la célebre Princesa Sofía. Hubo un gran concurso de gentes decentes, ya en coches, en ventanas y a caballo varios hombres en el traje inglés, que es el que prevalece. El señor Rost me acompañó y seguramente habría más de 600 coches de muy buen gusto y con buenos atelajes. Me apeé y entré en el convento e iglesia que es bastante rica, y allí observé varias mujeres de mercantes rusos en su traje de fatá o velo blanco bordado en oro, plata, seda, etc., y la cara muy bien pintada, cuyo afeite no lo necesitan a la verdad, pues la naturaleza las ha hecho bastante bien parecidas. Aquí encontré al señor Bougarelli, negociante, y al señor de Saugie, que me vinieron a visitar un poco antes y con quienes conversé un poco sobre el país, convento, etc.

Retomé mi coche y dimos aún vueltas al Paseo admirando el crecido número de damas y jóvenes y muy bien parecidas. Llamé a casa del Príncipe de Gortchakov, mas no había nadie en casa, y así yo me retiré a la mía. Hice venir una buena moza de 16 años que el Svoschik o cochero me trajo mediante dos rublos que le regalé; el bribón quería cinco. Dormí con ella y por la mañana se retiró muy contenta con dos ducados que le di.

14 de mayo. Vino temprano el edecán del General Gobernador, señor de Levonov, Capitán, para convidarme a comer con Su Excelencia, mañana, y acompañarme a la Universidad, etc. Vino también el señor Rowan que me convidó a comer en el gusto inglés e hizo mil cumplidos. El General me envió igualmente al señor Mey, oficial de la Policía, para que me acompañase y estuviese a mis órdenes, sabiendo que yo buscaba un criado francés y no lo encontraba. Es un joven modesto y de buena educación.

Partí con el ayudante Levonov a la Universidad, donde su director, el señor Tonwizen, me aguardaba ya, y con suma atención y política me hizo ver todas las clases en las cuales se enseña gratis las lenguas francesa, rusa, alemana, latina, italiana e inglesa. Cada clase de éstas por lo común está subdividida en cuatro. Filosofía Moral que la dictan en latín, como si la rusa careciese de expresiones; Historia Natural, cuyo profesor nos manifestó una pobrísima colección de este género, que apenas sirve para demostrar en la escuela. Hay en el día aquí 1.000 estudiantes.

Luego pasamos a ver otro instituto contiguo bajo la misma dirección, que se tiene en un pequeño edificio contiguo, donde hay hasta 106 colegiales, pensionistas de la nobleza del Estado y reciben buena y liberal educación académica por 150 rublos al año. Con 50 más pueden vestirse, de modo que por 200 se hallan alimentados, alojados, vestidos e instruidos, lo que no es caro, por cierto. Sus alojamientos, dormitorios, etc., están muy bien dispuestos y con aseo, ¡de modo que es de desear que el número fuese mayor por el bien de la nación! Y cuando el edificio, que actualmente se trabaja para concluir, esté acabado, tal vez tendrá efecto este deseo. Me despedí de aquellas gentes prometiéndoles otra visita por la tarde, y ellos quedaron tan contentos, y no menos yo de su civilidad.

Al Kremlin, donde me aguarda el custodio, señor Kogen, Consejero Actual de Estado, para quien traje carta del Príncipe Potemkin. Me recibió con sumo agrado y procedimos a ver el Tesoro. Subimos por la escalera roja que llaman, a causa de estar cubierta de este color o porque en ruso es expresión de cosa selecta, por donde sólo los soberanos podían montar en otro tiempo -bastante mal, por cierto- y entramos en los cuatro apartamentos principales que contienen grandísimo número de vestidos, vasos, vajillas, joyas, coronas, bandejas de oro y plata, etc., la mayor parte antiguallas de los zares, mas de mucho valor el todo. Distínguense entre otras cosas, las coronas de Siberia, Kazán, Astrakán y Rusia; una gran silla de oro y plata embutida de piedras preciosas, hecha en Persia. Otra en que Iván y Pedro I se sentaban, y una ventana cubierta por donde la hermana Sofía oía e influía en los hermanos. Una silla y arnés riquísimo, regalo del presente Gran Señor. Las Leyes primeras que formó Juan Vasilides, escritas en papel al uso romano y guardadas en una caja redonda de plata. Dos grandes bandejas de plata en que se representan batallas en bajorrelieve de muy buen gusto, dádiva, dicen, de un rey de Inglaterra. También algunas obras de marfil romanas modelos de exquisito gusto; una pequeña colección de ámbar, etc., etc. El General Kogen me ha prometido una nota de estas cosas y si me la envía irá aquí inserta. Estuvimos después en la sala más alta y en el Teremock o pequeña torre que está encima, donde los zares solían montar por una pésima escalera, a gozar de las vistas hermosas que desde allí se descubren.

Pasamos luego a la Armería, en que se ven en tres grandes apartamentos, infinitos fusiles, espadas y cimitarras de los antiguos zares y sobre todo un gran número de sillas de montar y arneses de caballos de un gusto oriental y riqueza suma. La plata, el oro, perlas, diamantes y bordados más ricos los decoran, y en su género se puede decir que es la más rica colección de Europa. Noté aquí un crecido número de espadas tan grandes como el alto de un hombre, y anchas en proporción, de modo que era menester servirse de las dos manos para usarlas. Algunas damas que se prevalieron de la ocasión, también nos acompañaron a ver estas cosas. Di mil gracias al General y me fui con dicho edecán a ver la famosa campana (y noté que todas las puertas y ventanas eran de hierro y cerradas a modo de prisión, lo que indica que no faltan ladrones). Está esta enterrada toda cerca de la torre de Iván Veliky o Juan el Grande, en el paraje mismo en que se fundió, pues cuando la suspendieron para montarla en dicha torre, un incendio sobrevino y quemando los maderos, cayó la campana en el mismo lugar de donde la sacaron y se rompió un pedazo del labio. Yo bajé por una malísima escalera para examinarla de cerca. Hallé que era una hermosa pieza, mayor sin duda que ninguna otra que exista en Europa y dos veces mayor, a mi parecer, que la de Toledo, en España. Los otros no se atrevieron a seguirme en la bajada por el riesgo que decían había de caer.

Un poco más adelante, sobre la Plaza de Parada del mismo Kremlin, está montada una grandísima pieza de artillería, de bronce, hecha en el gusto de aquellas monstruosas que se ven en Constantinopla, en forma de obús, aún mayor, y se dice que fue tomada a los tártaros. Es hermosa pieza de fundición. Y otras dos están también al lado, fundidas aquí por rusos, en forma de culebrinas y de un grandísimo calibre. También hermosas piezas. A casa.

A las 4 p.m. vino el señor Mey y fuimos a la Escuela General Nacional que está inmediata, bajo la dirección y plan del Procurador General Príncipe Viazemskoy, en que se enseña la lengua rusa en perfección por cuatro profesores. La aritmética, geografía y geometría gratis. El dibujo, etc. Hay actualmente 235 estudiantes y el número es ilimitado. Paréceme esta institución muy bien dirigida y que si la Rusia adopta estos planes generalmente, sentirá muy pronto su beneficio en la masa general de la nación.

*  *  *

A la casa de Inválidos, que está al remate de la otra parte de la ciudad. Paseamos primero el jardín y después fuimos a las barracas de madera en que habitan los pobres soldados en número de 350, muy estrecha y malísimamente alojados, a la verdad. Casi es imposible de sufrir la densidad del aire. Noté que estos todos se dejan crecer la barba. ¿No será ello más bien por pereza o indolencia que por superstición u otra cosa? Tampoco vi ningún cojo ni manco, ni sin pierna o brazo, lo que en un hospital de Inválidos de Rusia arguye muy poco crédito en la profesión quirúrgica, etc... ¡Si fuesen los del Papa, pase! Tampoco dejan habitar las mujeres con sus maridos, lo que es cruel, a la verdad.

De aquí pasamos a la gran casa en que están los oficiales a dos y a cuatro en un apartamento, pues las cámaras son grandes y se ve que la casa no fue hecha para el efecto. Así la compró la Emperatriz actual, que es la instructora, al General en jefe Soltikov. Los apartamentos altos van en ruinas y hay una capilla bonita. El director, señor Chipilov, nos enseñó todo con suma política y muy buen modo y me informó que hay allí actualmente 25 oficiales, que puede haber hasta 200 y que, cuando todos los edificios proyectados estén concluidos, el número de soldados iría hasta 2.000. Dicho director me propuso que bajásemos al hospital que está inmediato y así seguimos a pie cerca de dos verstas. No creí que estaba tan lejos. Este se llama el Hospital de Catalina y está bajo su dirección. Contiene los inválidos enfermos y gente pobre hasta el número de 150 enfermos muy bien asistidos, y en mejores circunstancias de aire y alojamiento que en las barracas de Inválidos. Hay sus apartamentos separados para las mujeres y otros para los locos, cuyo número son siete solamente. El todo está con bastante aseo y regularidad. Las camas tienen sus cortinas y no hay más que de seis a ocho enfermos en cada apartamento. Me despedí muy contento de estas gentes.

Al Hospital Militar, fundación de Pedro el Grande para 1.000 soldados enfermos. Hay actualmente 632 enfermos solamente. Visité las dos grandes salas que hay abajo y el aire es bastante denso, mal olor y demasiado juntos los enfermos, que realmente están bastante mal. Pasamos a lo alto en que está la botica bastante puerca, y también una sala y escuela de anatomía, colección de piezas anatómicas, fetos, etc. Había un cadáver preparado para disecar.

De aquí pasamos a otro edificio o barraca, en que hay otra sala de enfermos que están realmente mucho mejor y más aseados que los primeros. De aquí pasamos a ver el baño, en el gusto ruso, y muy cochino, no así los de los turcos. Al apartamento de los locos, en que había once solamente, entre ellos un francés. Al alojamiento de los estudiantes de anatomía, cuyo número es de 100, alojados, alimentados e instruidos gratis, y cuando han concluido tienen su destino en el ejército. Están cochinamente alojados, mas no así otros veinte pensionistas -se reciben hasta sesenta- que pagan. Están muy bien alojados, aseados y con sus buenos libros que anuncian el hombre decente y aplicado. Muy bien a la verdad. Estuvimos después en el jardín donde se observa un círculo de árboles, y uno en medio, que Pedro I plantó con su propia mano y es el más hermoso de todos.

Al Palacio Nuevo de Catalina, que actualmente se está edificando y no vimos más que el exterior, mas el gusto y proporciones de su arquitectura no es de lo mejor. Una logia en el centro, con columnas aisladas, mas embutida en la muralla y por consecuencia sin vistas laterales, es idea original. Mas la situación no es mala y tiene un bellísimo jardín. A casa ya de noche, donde vino mi moza del día anterior y dormimos juntos.

15 de mayo. Vino el ayudante y el señor Mey y nos dirigimos hacia la catedral para ver el Tesoro, mas como era ya un poco tarde y por alguna equivocación del ayudante, hallamos todo cerrado. Yo en el ínterin monté a la Torre de Iván Veliky o Juan el Grande, para gozar de la completa vista que de aquí se goza de toda la ciudad. Efectivamente estuve allí muy divertido por más de una hora. La campana Mayor es una pieza hermosa. Me parece del propio tamaño que la renombrada de Toledo.

De aquí pasé a la famosa Botica fundada por Pedro I para preparar bien toda la medicina que se distribuye a todas las boticas imperiales del reino. Me prometí encontrar una cosa magnífica, mas no lo es, y está sumamente puerca. El gran apoticario me enseñó todos sus almacenes muy bien provistos de cuantos ingredientes son necesarios, y el laboratorio químico, todo con el mismo vicio de porquería que he dicho antes. Es un alemán sin embargo, dicho señor mío. Visité asimismo el alojamiento de seis estudiantes o colegiales que aquí se instruyen gratis en la farmacia, y no están mal, y asimismo su alojamiento y su mujer, que son mejores... A casa a vestirme.

A la una y media fui a casa del General Gobernador, P. D. Yerapkin, General en jefe, que me recibió con todos los honores, manifestándome que el Príncipe Potemkin y el Mariscal Rumantzov me habían recomendado muy distintamente y que se alegraría de poder servirme, etc. Encontré allí mucha compañía y entre otros al Conde de Ostermann, Senador privado y hermano del Canciller que está en Petersburgo, quien me hizo halagos y sirvió de intérprete, pues el General no habla francés. Tomamos nuestro shala en el gusto ruso y después nos fuimos a comer. Hubo muy buena sociedad y una señorita que estaba a mi lado hablaba el francés, y el amigo Korsakov que también estaba aquí. Mucho se enfadó el General con su ayudante cuando supo que la catedral no había estado abierta a mi llegada.

De aquí partí a las cuatro con el señor Rost al Hospital de San Pablo, fundado por el Gran Duque actual. Paseamos primero en el jardín que tiene muy buenas vistas y extensión. Luego a las salas, donde no hay más que 55 camas, mas muy bien cuidadas y aseadas. En cada pieza no hay más que dos o cuatro enfermos, con sus cortinas, ventilación y muy buen orden. Hay sus apartamentos también para mujeres, en que observé siete jóvenes y muy bien parecidas, que padecían del maldito mal venéreo, como asimismo un niño que apenas comenzaba a andar. Ojalá que todos los otros hospitales disminuyesen el número de enfermos y aumentasen la salubridad del aire, aseo y buen orden que en este de San Pablo se observa.

De aquí fuimos al Palacio Vorabiotzky -Dvoretz, o Palacio de los Gorriones- situado sobre una gran colina de este nombre a cosa de dos verstas fuera de la ciudad. Es la más bella situación que quiera imaginarse y de donde la ciudad de Moscú presenta la perspectiva más bella. Yo no sé, a la verdad, por qué este sitio está abandonado y por qué la Emperatriz no ha fabricado aquí en lugar de hacerlo sobre tantos otros parajes muy inferiores a éste. El palacio que allí hay es uno viejo de madera, casi enteramente arruinado y absolutamente inhabitable. Aquí estuve más de una hora gozando de la hermosísima vista que esta situación ofrece de la ciudad y de un prado hermoso que justamente está a la falda, con agua corriente del río Moscova.

De aquí fuimos al otro extremo de la ciudad a ver el otro palacio que se acaba de edificar en ladrillo, llamado Petroffkoy-Dvoretz o Palacio de Pedro. Está también a cosa de dos verstas fuera de la ciudad sobre el camino de Petersburgo. Su arquitectura toda es en imitación de la gótica, más imperfecta y con muy poco gusto. Visitamos el interior que nada ofrece de remarcable sino la gran sala en forma rotonda de muy bellas proporciones con buenos adornos de arquitectura y magnífica en su tamaño. No tiene escalera principal dicho palacio y se sube por dos pequeñas que están encubiertas. Monté al tope sobre el techo, mas no ofrece vistas particulares. Monté también sobre dos torres de las que forman el recinto, con una muralla que gira por todo el rededor, mas ninguna de sus vistas, aunque no malas, es comparable, con mucho, a las del Vorabiotzky. A casa, donde llegué cansadísimo a las diez de la noche, aún de día y con sol.

16 de mayo. Vino Korsakov a las nueve y fuimos como domingo, primero a la catedral. ¡Oh, qué multitud de gentes! Aquí estuvimos como diez minutos y partimos al Donskoy-Monastir o el Monasterio del Don, por ser obra de los cosacos del Don, y donde la congregación es más selecta. Estuvimos allí como media hora, en cuyo tiempo examiné todas las pinturas al fresco que cubren sus plafones, murallas, etc., internamente y son de mejor gusto, diseño y colorido que cuantas llevo vistas hasta ahora en las iglesias griegas; aun la arquitectura parece mejor.

Aquí fue donde sucedió, hace 16 años, creo, el 16 de septiembre de 1771 V. E. -cuando la peste- el trágico suceso del Arzobispo Ambrosio, que fue asesinado por la plebe con una hacha que le dividió la cara en dos pedazos. Él se disfrazó en vestido de paisano y se escondió en un zaquizamí de la iglesia; mas un niño le descubrió y los facciosos le sacaron fuera. Pidió que le dejasen primero hacer oración; se lo concedieron y viendo que dilataba, lo arrastraron fuera, y como a 50 toesas fuera de la puerta, junto al sitio en que hoy hay una garita de madera, lo mataron. Cuando el Emperador estuvo aquí fue a ver dicho sitio, en que habían puesto una piedra con una cruz; mas desde entonces la policía la hizo quitar. Luego pasamos a la Iglesia Católica Romana cuya congregación es numerosa y decente. La iglesia es poca cosa. Hay aquí además dos iglesias de protestantes luteranos y una de calvinistas.

A comer en casa de la señora Kamensky, que es de la familia Galitzin y es bien parecida y amable. Aquí estaba el Príncipe Sibirsky, el Príncipe Galitzin y la Princesa de Georgia, con su hija de unos 18 años, muy bien parecida, ojos negros españoles. Y no hay duda, por los individuos que he visto de esta nación, que la común opinión que hace descender a los españoles de la Georgia, o por mejor decir los georgianos de colonia española, lo confirma el personal y facciones de esta gente. Tuvimos buena sociedad, tomamos café y luego al jardín, que es bastante bueno. Madame vino a hacernos ver su invernadero en el que había bastantes albaricoques. Estuvimos allí aún en sociedad; se opone a que sus hijos salgan fuera a educarse.

Luego me fui a casa de Korsakov, que ya me aguardaba para ir al paseo del jardín de la Emperatriz. Fuimos allá a eso de las seis y media y estaba cubierto de un numerosísimo concurso de damas muy bien vestidas, jóvenes y hermosas. El cuadro era bellísimo y pintoresco en la gran avenida entrando por la pequeña puerta del remate que comanda la vista del todo. Dimos varias vueltas hasta después de las nueve y es cierto que tiene este paseo mucha conexión con el de Kensington en Inglaterra. El jardín está hecho en el gusto inglés y es hermoso. Observé que todas las damas, grandes y chicas, estaban pintadas excepto una y ésta era la hermosa señorita Mansurov, con quien tuve el gusto de hablar un rato y no le dejó de agradar mi observación... Hablé también con la señora Condesa de Strogonov que parece mujer instruida. Ha viajado y vive separada del marido actualmente. Había aquí el grupo interesante de un mercante ruso a larga barba, su hijo y mujer. Esta muy bien parecida y con su velo o fatá muy rico y una escofieta de ricas perlas que al menos valdría 4.000 rublos, y muy pintada, etc. Y el marido estaba tan hueco de que todos admirasen su mujer. Otra le acompañaba, tan ricamente vestida. A casa fatigado.

17 de mayo. Temprano fui a ver la nueva casa de Gobierno que se está rematando de construir en el Kremlin. Tiene dos grandes piezas, una oval y otra redonda, que son magníficas y bien decoradas en arquitectura. La segunda planta contiene estantes para papeles, archivos, etc., de una gran extensión y es lástima que no conteniendo dicho edificio materia alguna combustible, estos lo sean, pudiendo haberlos hecho en lugar de madera, de cuero y hierro, pues muy bien puede suceder que sin quemarse el edificio ardan los papeles y archivos. Dicho edificio es vasto y no de mala arquitectura... mas es nada en comparación del que está enfrente del antiguo Arsenal -construido en tiempos de Pedro I por Le Fort-. Hay sin embargo un numeral sobre la puerta principal que dice 1736, lo que apoya la opinión de los que dicen fue obra de Münich en tiempo de la Emperatriz Ana. En mi concepto, éste es el mejor edificio que tiene Moscú, tanto por su solidez como por sus bellas proporciones y gusto de la arquitectura. La puerta principal está decorada en piedra en orden Dórico, por el mejor gusto griego, y me admira cómo un tan magnífico y útil edificio no esté aún reparado de la ruina a que un incendio redujo su interior. Lo comienzan ahora a restaurar.

De aquí pasamos por la puerta en que estaba la imagen que causó el tumulto de Ambrosio, a la iglesia que llaman de las Trece Torres, porque efectivamente contiene este número, que están cubiertas por otras tantas cúpulas diversas y una galería elevada, o terraza que gira por todo el rededor. La disposición e idea del edificio es singular, a la verdad, y por lo tanto merece ser visto. Un hombre comenzó a abrir candados y cerrojos y más cerrojos para mostrarnos en cada una de ellas, un altar o pequeña iglesia dedicada a un santo distinto, cuyo expediente no dejará de producir limosna en abundancia. Yo le preguntaba para qué era tanto candado, si aún robaban también a los santos, y me respondió que ciertamente. Esta iglesia se llama Sobor-Pochrova o Congregación de Protegidos y es la por quien se cuenta que Iván Vasilides hizo sacar los ojos al arquitecto, o ahorcar, para que no hiciese otra, etc., y no por la de Jerusalén, como dice el señor Guthrie, pues este templo es de posterior data.

De aquí pasamos a ver una figura del difunto rey de Prusia, Federico II, al natural, que mediante un rublo hacen ver. La semejanza no puede ser mejor, a que se añade el estar vestido con sus propios vestidos, botas, fraque azul con forro de tafetán encarnado, calzones de terciopelo negro de algodón, chupa de paño blanco, bien sucia de tabaco, pañuelo negro al cuello, etc., y hasta un pañuelo suyo con mil zurcidos ya y su marca en seda. Está representado en el acto de volver de la parada y leer algunos memoriales que están sobre una mesa. El autor es Stain, de Berlin, que ha enviado otras dos, dicen, a París y a Londres. La hacen ver con luces encendidas, lo que hace más perfecta la ilusión. Estuve allí muy divertido, contemplando al gran Federico por más de una hora.

A comer en casa de Korsakov, que tiene una muy buena pequeña colección de libros y bustos antiguos, etc., en una casa propia muy decente. Comió aquí igualmente un capitán de Caballería francés en este servicio y el señor La Rosière, edecán que fue del Duque de Broglie y hombre instruido en el arte militar, con quien hablé mucho sobre el particular y conoció a O'Reilly en casa de dicho Mariscal.

De aquí fuimos al Vaux-Hall, que es un jardín formado por un inglés, el señor Madocks, en imitación del de Inglaterra. Hay una gran sala redonda que sirve de teatro -donde se representan pequeñas piezas en ruso-, pórtico circular, y otros tres apartamentos en que se baila, se juega a los naipes y sirven té y café. En la rotonda también se baila, concluida que es la pieza. Había un concurso lucidísimo y demasiado numeroso para el lugar, que no es muy extenso. Se paga un rublo a la puerta y no entra sino gente de forma. Aquí estuve hasta las once y media que me retiré a casa, pues es una "seccatura", sin sociedad absolutamente, y puedo decir que jamás vi tantas gentes juntas sin estar en sociedad.

18 de mayo. Temprano fui con el señor Rost a ver el Tesoro de la Catedral, etc. Primero en una de dichas iglesias en que se ve una magnífica pieza de oro sobre el altar representando el Arca del Testamento, dádiva de la presente Emperatriz. Luego al Tesoro, en que hay tantas mitras, y vestidos con perlas, diamantes, etc., que no concluye. Entre otras cosas hay una pequeña arca o tabernáculo de oro cogido en Moldavia, presente del Príncipe Potemkin; varios ricos vestidos que se pretende trabajados por las manos de la presente Emperatriz y una mitra que vale más de 60.000 rublos; los libros de los Evangelios están guarnecidos riquísimamente en oro y adornados con piedras preciosas de un gran valor. En el centro de la iglesia hay una araña de plata maciza de extraordinaria magnitud. Vamos a las reliquias... las dos que se cagan en todas son un pedazo de la Túnica de Jesucristo y un clavo con que fue crucificado... La manufactura de aquella no pude examinar porque la han cubierto con un cristal grueso para que nadie satisfaga esta curiosidad. Hay también una imagen colosal de la Virgen María que se dice trabajada por todos los apóstoles y milagrosísima. Malísima pieza de pintura, con respeto del apostolado entero.

De aquí pasamos a la segunda catedral en que están los sepulcros de todos los zares. Uno fue santo, y así goza de un sepulcro de plata maciza muy bien trabajado, dádiva de Catalina II; mitras y libros también en menor número.

Luego a la tercera catedral en que no faltan también sus reliquias y vasos sagrados ricos, mas en menor número comparativamente. Y esta iglesia no está enladrillada de hierro como las demás, sino de un mármol que los frailes me decían ser ágata.

En fin, fuera ya de tanta reliquia y superstición, pasé al antiguo palacio de los Patriarcas, en que se ve una larga colección de vajilla en oro y plata, báculos y vestidos sumamente ricos... De todo me compadece más una colección de libros antiguos que está por tierra, en que me dicen hay varios manuscritos apreciables, y tal vez contendrán algo de bueno que, en aquella forma, nunca llegará a nuestra noticia seguramente. También hay aquí dos grandes vasijas de plata en que se hacen los óleos, magníficas y de buen gusto. Todo este edificio es por el gusto del palacio de los zares, arquitectura tártaro-gótica y sin gusto alguno.

De aquí pasamos a la nueva Casa del Arzobispo, en el mismo Kremlin, que nadie habita y es muy buena. El presente arzobispo que la edificó prefiere otra, que está retirada del bullicio y tiene un jardín en que se pasea. Dicho palacio es bastante bueno y en él se observan varios retratos de sus antecesores, dos mesas de composición marmórea, regalo del Príncipe Potemkin y obra de los jesuitas que se han retirado aquí, muy buenas; la colección de medallas y el lecho de la gran Duquesa difunta, que se dio a su confesor Platón, como es de costumbre.

De aquí pasamos al Palacio de la Emperatriz, que sirve para el Gobernador General de Moscú. Es magnífico y muy bien alhajado, con excelentes tapicerías de Gobelinos, que aún inmortalizan en sus dibujos la historia de Don Quijote. Dicho palacio era del Mariscal Conde de Tchernichev, y la Emperatriz lo ha comprado a la ciudad por 200.000 rublos; habrá costado el doble cuando menos. Tampoco lo habita el actual General Gobernador, que prefiere su moderada casa propia. Visité aun la cocina, caballeriza, etc., todo muy bueno y bien dispuesto.

De aquí pasamos a las librerías francesas, mas no pude encontrar el mapa ni descripción de Moscú que buscaba. El librero me prestó un escrito del año pasado en que un ministro luterano de Petersburgo publica en Berlín reflexiones sobre esta nación rusa, muy bien. Asegura que el número de extranjeros en Petersburgo llega a 24.000 almas. He leído asimismo una historia de la vida de Pedro III, publicada por el señor de La Marche, que es interesante, aunque un poco acrimoniosa.

Luego pasé a ver la antigua Bolsa del Comercio aquí, que está por la mayor parte arruinada y es en forma de "han" con una galería y alojamientos en el segundo plano para los mercaderes que arribasen, como en Turquía. Abajo están las tiendas con su pórtico todo alrededor, y así se llama en ruso "Gastinai-Duord", patio de huéspedes.

De aquí a las tiendas que están pegadas y en forma del Bezistin de Constantinopla. Las mercancías están por clases y las calles son sumamente estrechas. No creo haya menos de 6.000 tiendas en este solo paraje. En ruso se llama Kitai Gorod, o la villa chinesca, naturalmente porque las mercancías de la China eran las principales que aquí se vendían antiguamente, cuando este país estaba en poca relación con Europa. Fui también a comer con Korsakov, y el señor de La Rosière me informó de una obra póstuma militar de Guibert, con quien él estaba en correspondencia y que hace poco ha muerto. (¡Falso!).

Después al jardín de la Emperatriz, que paseamos por todas partes y es hermosísimo. A las nueve al Club, que llaman, para el cual me envió el General un billete por la mañana. Esta es una magnífica sala, acaso la mayor de su especie en Europa -tiene 120 pies de largo y 72 de ancho- con sus buenas decoraciones de arquitectura en columnas aisladas de madera al parecer de orden Corintio, creo. La forma es cuadrilonga y hermosa. Hay una galería que corre por todo el pórtico a la altura de los dos tercios de las columnas, y en ésta está la música. Por toda la galería baja o pórtico, que es más elevado que el piso en que danzan, hay sus escaños forrados para sentarse, muy decentes. La iluminación se forma por dos series de arañas de cristal que cuelgan en los intercolumnios en la baja y alta galería, de que resulta que la iluminación no es igual y que el centro, que debía ser más iluminado, lo está menos que los lados.

Hay sus grandes salas para jugar a los naipes, sin lo cual no hay aquí diversión, y también toilettes para refrescar la pintura constantemente, como también en el Vaux-Hall, en que observando nosotros una demoiselle muy empeñada en la maniobra a la vista de todo el mundo, mi compañero   Korsakov, que la conocía, se tomó la confianza de decirle que aquella adición le era inútil, etc. "¿Cómo señor?, le respondió, ¿sería decente el presentarse por la tarde con el rouge marchito de por la mañana?". ¡Qué diablo de idea de la decencia tiene esta señora!

Hay también una sala grande en que se sirve de cenar y los que gustan, cenan muy bien por un rublo. Converse un poco con la señorita Mansurov; la Princesa Gagarin estaba allí y es hermosa forma. Y es singular que ninguno de los directores se llegase a hablarme mientras estuve aquí, sin embargo de que me convidaron por el billete que me envió el General. Después de cenar me retiré a medianoche, y la asamblea contendría esta noche más de 1.500 personas, la mayor parte doncellas, que no sé realmente cómo se han de casar. Se me asegura que este club se compone de 2.000 suscripciones, a 20 rublos los hombres y 10 las mujeres, y de ellos 1.600 son mujeres. Otros dicen que 600 solamente son hombres, mas de todos modos el número es sumamente inferior.

19 de mayo. En casa por la mañana leyendo y a las dos me fui a casa del señor Rowan, donde llegué a las tres, pues vive en el otro extremo de la ciudad. Estaban allí el señor Bougarelli, el señor Saugie, etc., y tuvimos larga e instructiva conversación acerca del país, disposición del gobierno, no tan suave como parece, etc. Tomamos té juntos y después me fui a las seis a casa de Lazarov para ver varias muestras de telas de seda de muy buen gusto, que hace trabajar para entapizar el nuevo palacio de Catalina II. Me enseñó efectivamente hasta 29 diferentes piezas diversas, que en nada ceden, por el trabajo, colorido y solidez a las mejores de Lyon, bien que en el diseño podía haber más corrección y gusto. Dicha manufactura fue establecida por Pedro I y después el padre de éste, armenio de nación, la tomó y perfeccionó. Está, creo, a 60 verstas de aquí, y en mi concepto es la primera manufactura de su especie en este país.

De aquí fui al teatro -el General me envió billete- en que se dio una pequeña ópera rusa, con bailes, etc.; todos nacionales los actores y a fe que imitan a los italianos y franceses en sus monerías perfectamente. Nunca hubiera creído que un cuerpo ruso pudiese plegarse y afeminarse tanto. Aquí hablé con la señorita de Korsakov, que me parece muy amable. El teatro éste es bien grande y por el orden general de los presentes, sin cosa particular. El señor Madocks, el del Vaux-Hall, es también empresario de éste. A casa y me trajeron una mala moza con quien dormí y chape cuatro veces en la noche, cosa muy extraordinaria para mí.

20 de mayo. La consecuencia ha sido levantarme un poco tarde. Recibí recado del General Gobernador, que el Conde de Cheremetief me convidaba a comer, si gustaba de ver su casa de campo de Kuskovo. Me habilité y marchamos el señor Mey y yo. Ya estaban para sentarse a la mesa cuando llegamos, pues hay siete verstas.

Comimos en muy buena sociedad en un pabellón que por fuera representa una pila de paja y por dentro está muy decente, y después pasamos a su habitación que llama la Solitude, pequeño edificio separado del gran palacio. Tomamos café, vino el joven Conde y me dio excusas por no haber estado a comer, parece amable. Después el Barón de Lautitz, que vive en su compañía y el señor de Bouilli, preceptor de su hijo pequeño y hombre instruido, me acompañaron a recorrer este vasto jardín.

Primero fuimos a la parte que llaman el jardín anglochinesco. Observase, entre otras cosas, un capuchino muy al natural que escribe en su cueva y enfrente hay otra obra en que tiene su criada que le trae champiñones y es muy buena moza; una celda en roquería, etc., y casa de pesca. Aquí tomamos la "Línea", que llaman, con dos canapés unidos sobre un trusky, cosa muy cómoda para pasear el jardín -lo tiran dos caballos- y nos fuimos al Gran Palacio que es magnífico.

Remarqué en él, particularmente, un cuadro original que representa la batalla de Poltava y fue pintado en París bajo la dirección de Pedro I cuando estuvo allí, y así se parece su persona que está a caballo. Me estuve más de una hora viendo este cuadro que es sumamente interesante. Y en la armería está la silla y houppe de Carlos XII, el día de la batalla, en terciopelo y con piedras; tal vez ésta sería la silla y caballo de respeto. Vi allí también, entre muchas armas, fusiles de Madrid, cuyos cañones gozan estimación general. Hay también varios cuadros flamencos de gusto y algunos plafones de mediano mérito. A la Galería de retratos en que está una colección completa de todos los zares y soberanos de Rusia. ¡Oh, qué hermosa es la pícara de la Princesa Sofía!... Bellísima mujer. Hay también la de muchos soberanos de Europa y el del Rey de Polonia actual es el mejor y más parecido que he visto. En un gabinete se observan varias figuras pequeñas de cera: Voltaire, Rousseau, D'Estaing, Franklin, etc., y una mujer desnuda sobre la cama, y otra que, perfectamente remangada, se lava el c... en el bidé. Esta última me dicen costó 100 libras en París y no hay duda que está muy bien trabajada, pues en los muslos y pechos se ven las venas, pelo, etc., y lo mejor es que aquí entran también las mujeres, mas en Rusia esto no es escandaloso. Vimos el obelisco de mármol que le regaló la presente Emperatriz, que está enfrente de la gran puerta.

De aquí pasamos a los diferentes casinos y pabellones, todos en el gusto nacional y muy curiosamente adornados, como son la Gruta, la Casa Italiana, la Casa Holandesa, el Carrusel, juego de Mallo, Laberinto, Teatro, Menagerie, Ermitage, etc. Este último tiene una mesa que se monta por cuerdas y asimismo cada plato, con sumo ingenio, muy bien adornado todo. Vi en un pabellón un par de zapatos de mujer, chinos, que no son mayores que los de un niño de tres años... ¡tal se oprimen el pie! Eran de tela de seda. En fin, hasta después de las nueve no pudimos acabar de concluir el paseo por este inmenso y variable jardín... muy en el gusto del Príncipe Esterhazy en Hungría. Por último estuvimos sobre el Belvedere, de donde se descubre todo el conjunto y se ve mejor el laberinto que está inmediato. Cenamos juntos y la señora Godin, que es la aya de la chica, parece mujer instruida y decente, como asimismo el señor de Bouilli. El Conde me entretuvo con anécdotas muy interesantes acerca de la vida de Pedro I, pues su padre era el Gran General y comandaba en jefe; el Soberano bajo sus órdenes. Después de las once me retiré y llegué a mi casa cerca de la una de la mañana. El Conde me regaló las perspectivas y planos, con una descripción en ruso, de dicho jardín.

21 de mayo. Temprano recibí un dibujo que faltaba del obelisco, y la atenta carta adjunta del Barón de Lautitz, convidándome en nombre del Conde, a hacerle otra visita antes de mi partida. A las once fui a la catedral para ver oficiar de Pontifical al Arzobispo Platón con motivo de ser día del pequeño Gran Duque Constantino... Lo mismo que en Kiev, mas un gran concurso.

A las dos fui a comer a casa del General Gobernador que tuvo convite de ceremonia e infinitas gentes. Me presentó al Arzobispo Platón con quien tuve una larga conversación y es hombre de suma erudición y sinceridad. Me decía que la prueba de que aquí no había tolerancia, ¡era de que él no me podía decir que la había! Hubo sus brindis de ceremonia pasando la copa como en Kiev, y comí un pescado fresco que llaman Stealit del Volga, sumamente delicado. Acabado de comer fuimos a tomar café sobre el balcón y hubo abajo danzas nacionales del pueblo, sólo hombres, que no ceden en lubricidad a ninguna... y con una especie de castañeta con cascabeles como las que he visto antes. Platón me rogó que nos viésemos y ofreció carta para Troitza. Muy bien.

Hice una visita a la señora Lascarov, que está muy arrogante en su traje griego, y no sería mala moza; le hablé de su hermana en Constantinopla. Me fui a casa del Conde de Cheremetief para ver su gabinete de Historia Natural que me aguardaba. Efectivamente, la casa no es cosa... mas un cuadro en que se representa Pablo I conducido por la prudencia, tamaño natural, es interesante. Luego pasamos a dicho gabinete que es poquísima cosa, mas una perla cogida en Kuskovo, de un color excelente y muy perfecta, es cosa singular. Están allí también las conchas de donde salió, con otras de la misma especie en que se han encontrado otras, mas no de buen color. Son cenicientas. Tiene asimismo una biblioteca que contendrá 12.000 volúmenes y no lo parece, y una pequeña colección de estampas.

De aquí pasé a casa del Príncipe Gortchakov, que es sujeto muy atento. Tomé té y hubo baile de toda la familia y parientes jóvenes que aprenden a danzar con su maestro francés tan petulante... En sabiendo bailar bien, creen estas gentes que ya sus hijos están bien educados, no necesitan más. El   carácter, y no la instrucción, como me decía la señora Kamensky, era lo que ella quería para los suyos. Como si el uno pudiese formarse sin adquirir el otro. A casa a leer un ensayo sobre el comercio de Rusia.

22 de mayo. Temprano fuimos a los Archivos en que se guardan todos los documentos más interesantes y memorables de la monarquía. Los dos directores vinieron acompañándome y tenían ya todo prevenido, pues estaban advertidos por el General Gobernador. Pasamos primero a una sala en que está la Biblioteca de Müller -que es quien arregló este departamento como historiógrafo de Rusia- que compró la Emperatriz y contiene 6.000 volúmenes relativos a la historia de Rusia.

Luego a varios otros apartamentos en que están divididos por naciones los papeles diversos que allí se contienen y comienzan sus datas desde el año 1263. Se conoce que han estado abandonados y muy mal conservados como aún se ven muchos que lo están actualmente. De aquí pasamos a otro mejor apartamento en que, en mejor orden y más bien conservados, están los diversos tratados y estipulaciones con potencias extranjeras en sus originales. Vi un tratado con Maximiliano en que le da el título de Emperador, y que sirvió a Pedro para fundar o apoyar su pretensión con toda la Europa. Me dieron la copia adjunta en ruso.

Tratados sobre comercio, etc., con la China, escritos en un papel sumamente fino y que se conserva como si fuese hecho ayer, mucho más durable, que el mejor pergamino o vitela. Ídem con la India, Persia, etc. Una carta de Enrique IV, de Francia, en que recomienda al zar un comerciante flamenco y también a un médico que está aquí, para que le permita pasar por cierto tiempo a Francia y que si gusta, le enviará otro bueno que esté cerca de su persona... Qué bondad y prueba de su amor por todos los hombres, rasgo en mi opinión que vale más que todo el panegírico de Plinio a Trajano..., firmaba Henri. Otra de María de Inglaterra y Felipe II de España. Otra de Elizabeth de Inglaterra firmada Elizabeta. Otra de Ana de Austria, Regente de España, firmada "Yo, la reina". Otra de Carlos I de Inglaterra, y con mil doraduras y adornos de pintura en el papel por la circunferencia. Y varios últimos tratados de paz en sus mismísimos originales, con la Suecia, Prusia, Dinamarca, Polonia, Turquía, China, Persia, etc., con otros varios documentos muy antiguos, de la reunión de Novogorod, en que hay hasta once sellos y en ellos estampaban, en lugar de armas, las imágenes de santos y ángeles. Unos libros de corteza de árboles o papirus, en que los pueblos de Kamchatka conservan el registro del tributo que pagan al zar, cosa muy curiosa.

Más interesante, sobre todo, las cartas, borradores y memorándums, de la propia mano de Pedro I, que en trece volúmenes se conservan aquí y dan más justa idea del método, gobierno, intención y carácter de este gran hombre, que cuanto la historia nos refiere. Una carta en que pide al menher Admiral -Apraxin, supongo- que le envíe aquel atlas forrado de verde en que solían mirar muchas veces. Otra en que le pide le envíe aquel cirujano que quería sacarle una muela. Otra al mismo, dándole aviso de las tropas suecas que le dicen en Polonia y las rusas que se deben juntar cerca de Riga para oponérselas, y Dios dará la victoria. Otra ídem, en que le carga un bastón, cuyo puño dibuja él mismo al pie de la carta, y debe tener la cabeza de una esmeralda, un cerco de diamantes alrededor y sus armas por defuera, dejando lugar para las de Mentchikov -su Procurador General-   a quien se intenta dicho regalo; mas recomienda que el valor no exceda tres a cuatro mil rublos -compárese con los que yo he visto en Kiev- y concluye con decirle que le haga el favor de dar sus expresiones a su hermana -de Apraxin- y todos los parientes. Qué modo tan diverso al de los nuestros.

Un memorándum que contiene nueve artículos: lº escribir una carta a un rey; 2º dar aviso a Marlborough y a los holandeses de la conducta del Rey de Suecia con Patkul; 3º enviar cierta cosa al Rey de Dinamarca; 4º dar respuesta a un comandante, etc., por donde se ve con qué estricto método despachaba sus negocios. Ya era muy tarde y así hube de retirarme de aquella gustosísima e instructiva ocupación, prometiéndome el volver otro día.

*  *  *

De aquí pasé a la manufactura de tafetanes, brocados y sedería de Babuchkin, que el capataz me enseñó con muy buena atención y por cierto que está muy bien; menos el diseño que no vale un cuerno y en mi concepto es el defecto prevalente de estas manufacturas... las sedas me dicen que las traen de Persia, Grecia y aún de Italia. Los pañuelos para que lleven las mujeres en la cabeza son muy buenos y ligeros. A la Torre SoujarebaBachna (Pan de Azúcar) o Torre del Almirantazgo, porque allí está esa oficina. Está situada sobre un paraje elevado y sobresale por encima de los demás edificios de la ciudad; mas como no se puede subir sino hasta sobre el techo de la casa que forma como la base del pan, porque para montar más arriba no hay escala, las vistas no son tan extensas como esperaba. Mas son buenas, sin embargo. Hay aquí igualmente un gimnasio o escuela,   —43→   fundada por Pedro I para enseñar a leer, escribir y aritmética a 50 niños, hijos de soldados, mas está descuidada en el día. A la manufactura de Kollosov, también en seda, y aún mejor que la antecedente. Me informó el amo que emplea en ella 180 hombres y hace 50.000 archines de género por año. A casa fatigado.

Por la tarde, con el favor del General que me franquea todo, fui a ver un convento de mujeres: Dievitch-Monastir, o convento de doncellas. La Abadesa nos envió una monja que nos hizo ver todo. Primero fuimos a la habitación que sirvió de encierro o morada a la célebre y hermosísima Princesa Sofía, hermana de Pedro I... son pasables. A la iglesia donde está su sepulcro, y asimismo el de dos o tres princesas más. Luego a ver las celdas interiores en que viven las monjas, cosa muy pobre y reducida, y aun puerca. Después, con su permiso, a la habitación de la Abadesa retirada, señora de Kropotov, de una familia distinguida, que con suma política nos recibió y franqueó toda la celda para que viésemos hasta los menores apartamentos, camas, etc., y me dio por guía una muchacha de 16 años que hablaba el francés muy bien y era, a la verdad, asunto de tentación. Ella me decía que no veía la hora de salir de allí y que sólo el agradecimiento hacia la Abadesa que la había criado, la retenía. Tuvimos un rato de conversación con la señora de Kropotov y nos despedimos. Luego a la Torre, que comanda vistas hermosísimas -nuestra monja nos acompañaba y seguro que tuve mis tentaciones de chap- y se descubren las casas de campo de Dolgoruky y Demidov, muy bien situadas en una colina inmediata. Esta torre es, por sus proporciones, la más hermosa de todas; su forma, rotonda y dividida en seis cuerpos que posan uno encima de otro en disminución. El material es ladrillo y su remate...

Nos despedimos de nuestra buena monja y fuimos a la manufactura de Miliutin en sedas, brocados, etc. Fuimos después al almacén en que tuvimos lugar de examinar dichas manufacturas despacio, y me parecen seguramente mejores y de mejor gusto que las otras, la de Lazarov excepto. Me informó que empleaba 300 personas al año y fabricaba más de 60.000 archines de género, que, a no considerar más que medio rublo de ganancia por archine, son 30.000 rublos de renta y así se ve qué casa y arreos tiene el dueño.

De aquí pasamos al Gran Baño de hombres y mujeres que está sobre el río Moscú. Entramos primero en el de los hombres, en que había un sinnúmero desnudos que se bañaban sin el menor rubor. Por una puerta que cae a éste, y un pequeño tinglado divide, pasamos al de las mujeres en que éstas, enteramente desnudas, se paseaban pasando de la pieza en que se desnudan al sudadero, al patio, para lavarse con jabón, etc. De modo que estuvimos viéndolas por más de una hora, y ellas, sin cuidarse, proseguían su operación de lavarse, ya abriendo las piernas y estregándose el coño, etc... En fin, por una multitud de desnudos, en que ni uno bandaba, pasé afuera y repasando por la calle la puerta del de las mujeres, las veía desde allí muy bien y así entré de nuevo, sin que las cobradoras que estaban a la puerta me hiciesen el menor reparo. Las preñadas parecían disformes con sus barrigas desnudas y a la verdad que en este gran conjunto de originales, en que había de todas edades y formas, no pude descubrir aún la mayor similitud con la Venus de Médicis... Concurrirán a este baño más de dos mil personas, particularmente los sábados, y cada una paga sólo dos kopeks; sin embargo me aseguran que el propietario hace dinero. De aquí pasamos por la parte de afuera para ver las que después descienden al río del propio baño, y vimos infinitas sin el menor rubor. Otras, aunque estaban por defuera y se lavaban su c... nos decían en ruso: "verás, mas no tocarás". Los hombres allí están casi mezclados con las mujeres, pues no hay sino una vara que marca la división del río. ¡Oh, Dios, aquí vi una bonita muchacha con todo el trasero acardenalado y negro de los palos o látigos que su amo le había dado porque rompió un vaso tal vez, o cualquiera otra friolera! ¡Qué diversas costumbres y modo de pensar! En los lugares aún subsiste la costumbre de bañarse hombres y mujeres juntos, y esta Emperatriz es la primera que ha procurado separarlos por la decencia.

De aquí pasamos a ver bailar los gitanos que bailan la danza rusa con suma voluptuosidad, y había una moza muy bien parecida, a quien propuse el que viniese a mi casa y me respondió que por ella con sumo gusto, mas que el viejo no la dejaba de vista, etc. Entramos después en un burdel de pu... que hay inmediato; allí, por un rublo, chapé una buena. A casa.

23 de mayo. A las siete de la mañana partimos a ver el Palacio Imperial de Kalomenskoie, donde debe alojar ahora la Emperatriz, y en que nació el Gran Pedro I. Está a siete verstas de aquí. Llegamos a las ocho y nos enseñó el custodio todo. Es de madera y en el primer piso aloja la Emperatriz, los pequeños duques y el Príncipe Potemkin. Arriba, Mamonov, embajadores, damas Branitzka, Skavronsky, etc.; estarán estrechos. Subí a un pequeño belvedere que está en el tope, y la vista no es cosa muy particular en comparación con las que hay por aquí. Abajo vi un modelo de cómo estaba este palacio antes, y es, con poca diferencia, en el gusto del Kremlin. Una pilastra de tres o cuatro pies de altura, en que ponía sus memoriales el pueblo y después eran recogidos por los secretarios del Zar, existe allí aún. Unos lacayos de la Emperatriz que entraron a examinar las piezas, anunciaban toda la insolencia que dicho rango, por lo común, da a la canalla que lo ejerce. De aquí pasamos a la iglesia que aún es la antigua y muy poca cosa por cierto. En ella se observa una pequeña tribuna en que el zar y su familia asistían a la misa, etc., en el tono de sencillez que prevalecía entonces.

De vuelta estuve a visitar la prisión de esta ciudad, que se llama de Kaluga, en que están todos los prisioneros del gobierno en número de 267, hombres y mujeres con sus divisiones respectivas, todo en madera. Y hay su separación para las gentes decentes; los enfermos se curan allí mismo, en una especie de hospital. El todo está pasablemente aseado y los presos no tan miserables como en otras partes, según parece. Aquí se da el knut y se remiten los criminales a sus destinos de Siberia, etc. Hay constantemente aquí dos oficiales de policía y dos de infantería, con una guardia de 45 hombres para la seguridad, etc.

Vine a casa a vestirme y a las doce y media fui a comer a la mejor posada rusa -la de Pastujov- para juzgar de la manera nacional. Los criados estaban vestidos con camisas de color: azules, encarnadas, con gran decencia... Pedimos nuestra comida en un cuarto separado para dos y observamos que en el principal había una mesa muy decente con cinco cubiertos para el embajador de Roma que decían venía a comer. Me hice informar y hallé que el embajador dicho era yo mismo, pues el General, oyendo que yo iba a comer, previno que tuviesen un cuarto decente. En fin, convidé a un oficial que había allí y los tres nos fuimos a la mesa que estuvo muy bien servida en el gusto ruso, comenzando por pescado, cuyo plato lo componen mejor que nosotros; caviar muy rico; kichlesti, hidromel y cerveza fueron las bebidas -ningún vino- y al fin me sirvieron helados y café extra. El precio es un rublo por cabeza; yo pagué cinco por los tres y ellos quedaron contentísimos del señor embajador. Me fui a casa a reposar un poco y mi compañero, el señor Mey, a la suya con una gran jaqueca.

A las 5 p.m. tomé el coche y pasé por casa del compañero que continúa algo enfermo. De aquí me fui a casa del Arzobispo Platón, a quien encontré en su jardín como un verdadero filósofo... inter silvas. Aquí politicamos y filosofamos con una libertad que rarísimamente se encuentra sino en los hombres de letras y virtuosos. Sus ministros, me decía -por la Emperatriz- la engañan y ella a su turno, los engaña a todos. En esto llegó un hombre de buen modo que solicitaba entrase su hija en un convento, pues ella lo deseaba vivamente. El Arzobispo se oponía por varias razones y entre otras, porque aún no tenía más que 23 años. Mas el buen hombre le argüía con la Biblia que era un prodigio, y así duró el argumento largo tiempo; al fin, hubo de retirarse con pocas esperanzas.

Vino allí también un Archimandrita del monte Athos, que recoge aquí limosna, para que se le prolongase el tiempo de la recolección que le había dado el Sínodo, mas el Arzobispo le dijo que él no podía, pues este asunto pertenecía al Sínodo. Este señor eclesiástico, al decirle Platón que yo era antípoda, respondió que esto era enigma, pues cómo podía ser tal cosa. Para que se vea el estado de la literatura hoy en aquellos países que en otros tiempos brotaron todas las ciencias. Platón me informó que el número de monjes de todo el imperio, en el día, llegaría a 2.000, pues aunque el Sínodo los había fijado en 3.600, las deficiencias eran infinitas, y que aún quería el Gobierno reformar 25 conventos -creo me dijo- que ellos querían conservar con su propia industria, sin que se les diese un ochavo para ello, ni renta alguna. En fin paseamos solos largo rato, en cuyo tiempo me manifestó que la tolerancia era menester fuese absoluta, pues ¿cómo podía combinarse el que al mismo tiempo que se permitía criticar todos los dogmas, se prohibiese censurar un ukase, o al menos fuera peligroso hacerlo?

De aquí pasamos a su casa y en el balcón que cae al jardín continuamos -bebiendo té, horchata, etc.-, nuestra conversación literaria, y él da la preferencia a los historiadores romanos sobre los griegos y aun a los poetas. Me decía que Cicerón no le parecía tan gran orador, ni tampoco Demóstenes, y que Plinio el Menor, le parecía mejor en este punto, etc. Véase el gusto. Me enseñó varios pectorales y joyas de la mitra, de sumo valor, y algunas de gusto, y entre otras una ágata que representa una imagen de Jesucristo crucificado y una persona en hábito monástico postrada delante, en acto de orar, una y otra perfectísima, de modo que es cosa muy particular y digna de verse. Plinio refiere un caso semejante de otra ágata, que representaba Apolo y las Musas. Me dio una carta para su Vicario en el monasterio de Troitza, y yo partí a las once, con ánimo de partir de madrugada. Mas pasé por casa del compañero, señor Mey, y estaba malo, con que diferí el viaje para el día después.

24 de mayo. Temprano me levanté, pasé por casa de Korsakov; dormía aún, eran sin embargo las nueve y media. Casa del señor de La Rosière, que hacía lo mismo; mas le hice despertar y quedamos en ir por la tarde a casa del Conde Panin, a su casa de campo de Misalkova. A ver una iglesia que extramuros se construye, y me decía Platón que era mejor que la mezquita de Santa Sofía, mas no es así, aunque en la forma quiso ser una imperfecta y pequeñísima imitación de aquella. Es, sin embargo, su forma mejor que la general y su pórtico, o peristilo en buen gusto.

Luego a ver una fábrica de medias que se decía la mejor y no vale nada. Su dueño, un afectado francés, aunque ruso, me decía que la había establecido solamente "pour son plaisir!". A la de paños, que fue la primera que estableció Pedro el Grande, para vestir su ejército y el edificio es magnífico, sobre el río y junto al puente antiguo de piedra. Trabajan en el día 300 personas que ganan sus salarios en los términos siguientes: 25 rublos anuales los que tejen; y los que cardan, hilan, etc., 12 rublos, esto es de cinco a diez kopeks diarios. Y vea usted cómo pueden dar a rublo y medio la archine de su mejor paño, que a la verdad no es malo; las lanas no son buenas y de aquí resulta el que no son mejores. El buen director me informó de todo con mucha civilidad y me habló de nuestras manufacturas en Segovia, etc.

A las tres de la tarde vino el señor de La Rosière, y a las cuatro partimos a Misalkova -siete verstas de aquí- donde llegamos a las cinco. Encontré al Conde Panin en su galería, con una dama que le acompañaba y le leía actualmente. Me recibió con suma civilidad. Tomamos té y hablamos de viajes y de la guerra, en cuya profesión está instruido. Me propuso dar un paseo por el jardín y nos acompañó la señora Bodé, que es su querida, viuda y nativa de Berlin. Realmente que el jardín está dispuesto con gusto y goza de hermosísimas vistas. Me gusta más que el Conde Cheremetief. Volvimos a nuestra galería en erudita conversación que la dama de Berlín sostenía grandemente, y el Conde insistió en que le había de dar palabra de venir a comer con él un día al menos, antes de partir. Así se lo ofrecí y me retiré a las nueve y media, para partir a Troitza a las once, pues me aguardaba con caballos, etc., mi compañero el señor Mey, en casa.

25 de mayo. A medianoche partimos con una luna hermosísima y cuatro caballos de posta, para Troitza. A eso de las cuatro y media llegamos a un lugar a 35 verstas de Moscú, donde cambiamos caballos después de aguardar largo rato. Seguimos otras 30 verstas más y llegamos a dicho lugar y monasterio de la Santísima Trinidad por un camino pasable, a eso de las nueve de la mañana. Nos apeamos en la casa destinada para huéspedes que está fuera y no vale nada, y entramos a pie en dicho monasterio que como los demás del país está circuido de muros altos, almenas, torres y aparatos de defensa, siendo éste el paraje donde Pedro el Grande se salvó de la conspiración de los strelitz y así se conserva allí aún el hacha con que dentro del convento mismo fueron decapitados los jefes del motín.

Envié mi carta al Vicario que estaba en la iglesia y en el ínterin nos fuimos a la torre de la iglesia que es bastante elevada y comanda hermosas vistas. Al bajar encontramos en el primer piso nuestro Vicario, que con suma política vino a obsequiarnos. Nos hizo sonar la campana mayor que pesa 4.000 pouds y dos otras más pequeñas que tienen mejor sonido. Luego a la biblioteca, que está en el primer cuerpo de la torre y contiene cuatro mil volúmenes; están casi todos los antiguos Padres de la Iglesia. A la Aguiasma o fuente de San Sergio, que es el fundador de este convento, lo mejor que hay allí, hermosísima agua y buena arquitectura. A diferentes capillas e iglesias en número de siete, con infinitas reliquias, cuerpos de santos, etc., que procuran la principal renta del día. Al refectorio, que es una gran pieza pintada toda al fresco, así, así, en el gusto griego de ahora, y en el remate hay una buena capilla y un cuadro al fresco de Transfiguración que se distingue entre los demás.

Al Palacio Imperial, edificado por el padre de Pedro I y que no vale cosa. A la ropería y tesoro de las prendas y vasos sagrados de la iglesia, por el gusto de las de Moscú. Se observa una mitra que ha costado 30.000 rublos; la de la Catedral de Moscú costó 60.000... El valor de todo se juzga ascenderá a un millón y medio de rublos, y las cosas aquí están mejor preservadas y dispuestas en este tesoro que en el de Moscú. Al Palacio o alojamiento del Archimandrita o Abad, en mejor gusto que el antecedente y con una hermosa azotea o galería que da sobre la muralla y comanda una vista hermosísima.

De aquí pasamos al cuarto del señor Vicario Melquisedec, que así se llama, donde reposamos un poco, tomamos una shalla y proseguimos. Al colegio de seminaristas, instituido por la Emperatriz actual. El refectorio muy puerco. Las clases de filosofía -de Wolfio- teología, latín, griego, alemán, francés, hebreo, geografía y aritmética están bastante aseadas, y asimismo los alojamientos de los profesores, mas el de los estudiantes no pude verlo, cochino naturalmente, y por eso se excusaron. El número de estos consiste actualmente en 180 y pueden recibirse hasta 260, alojados, vestidos, nutridos y educados gratis por el Soberano, que tiene asignada la suma de 4.000 rublos anuales para ello, y no hay duda que mientras menos haya más utilidad queda al convento. El objeto primario es formar eclesiásticos instruidos. Visitamos últimamente las celdas de los monjes que son bastante pobres; unas puercas, otras aseadas.

Hay actualmente en este monasterio 85 monjes y había antes 700, cuando tenían 125 mil paisanos o esclavos, mas esto está reducido en el día a sólo 6.000 paisanos, 2.000 rublos de renta y 15 rublos por cada monje al año. Las limosnas producen sin embargo más, pues me informó el Vicario que llegarán de 9.000 a 10.000 rublos anuales. Este monasterio es aún célebre en la historia, porque en tiempo que los poloneses se ampararon de toda la Rusia y de Moscú, no pudieron someter este convento que se mantuvo contra los esfuerzos de Sapieha, etc.

Comimos con el Vicario en el gusto religioso, pescado y aceite, más buen hidromel y cerveza, y yo me retiré a reposar hasta las cuatro, pues no había dormido la noche antecedente. Vino el Vicario en su coche y pasamos juntos a la ermita del Arzobispo Platón, pequeña casa de campo llamada Betania, por la patria de Lázaro, situada a dos verstas de aquí, en un sitio agradable. Tiene su pequeña iglesia que forma dos de invierno y verano, figurando una roca. Los apartamentos de la casa, aunque pequeños, son aseados y en la sala tiene cuatro grabados excelentes de la sala de Rafael en el Vaticano en que está la Escuela de Atenas, el Parnaso, Milagro de la Eucaristía, etc.

Y a las cinco y media nos despedimos de este buen Vicario y tomamos nuestro coche, y nos pusimos de vuelta por el mismo camino, pues no hay otro, para ir al monasterio de la Nueva Jerusalén. A las dos de la mañana -y era ya de día claro- llegamos a Moscú y tomé la cama a deseo.

26 de mayo. A las diez y media a.m. partimos, y por un camino agradable, aunque no muy bueno, seguimos nuestra ruta hacia dicho convento. ¡Válgame Dios y qué hermosísimas perspectivas se encuentran por aquí del país!... ¡uno seguramente de los más hermosos que ha formado la naturaleza, pues el arte le ha ayudado muy poco o casi nada! Pasamos las casas de campo del Príncipe de Georgia, en Zezuatska, a siete verstas de Moscú; la del Conde de Tchernichev, en Aninskoy, a quince verstas puede ser, y la de Narischkin a...

A las 25 verstas cambiamos caballos en un lugar donde nos detuvimos más de una hora, ínterin traían los caballos que estaban en el campo. Y me entretuve en examinar sus habitaciones y manufacturas de lienzo basto, medias, etc., de estos pobres esclavos, cuya suerte miserable no parece mejor aquí, que en mayor distancia. Ni un pequeño jardín siquiera, cuyas producciones se podrían vender muy bien en la capital, ni un amo que tenga la idea de fomentarles, perfeccionar sus manufacturas, la agricultura, etc., y de este modo enseñarles a ganar una competente subsistencia. Establecer una escuela para la educación de sus hijos y lograr así la más dulce de todas las satisfacciones, contribuir a la felicidad pública ejerciendo la virtud, cuyo ejemplo produciría tal vez un bien general. Mas observo, por el contrario, que tanto cuanto más inmediato está el lugar de la casa del señor, más miserable parece el pueblo. Mas, ¿cómo puede ser esto de otro modo, cuando hace 15 días el Príncipe Volkonsky ganó aquí 50.000 rublos al señor Urusov a los naipes en una noche, quien pagó la dicha suma la mañana siguiente? En fin, vinieron los caballos pasado un fuerte aguacero que no dejó de empeorar el camino, y así no llegamos hasta las cuatro y media a dicho monasterio de la Nueva Jerusalén de VonsKresenska, 20 verstas más adelante y 45 de Moscú. Nos dirigimos a la iglesia, donde estaba el Archimandrita Apolos -para quien traía carta también del Arzobispo Platón- el cual vino a mí inmediatamente, con suma atención, y emprendimos nuestro examen.

La iglesia fue comenzada el año de 1656 por Nicón, Patriarca de Rusia, y concluida por el Arzobispo Ambrosio -el asesinado- el de 1759, en el reinado de la Emperatriz Elizabeth, en imitación y exacta copia, según ellos dicen, de la que está en Jerusalén. La rotonda en que está el Santo Sepulcro es una hermosa pieza, y no destituida de mérito su arquitectura y proporciones, aunque de una forma singular. La cúpula es un cono troncado con cinco órdenes de ventanas -el número es 120- que le dan una infinita luz que casi deslumbra, pintada toda al fresco, con tres galerías que giran alrededor. Las paseamos todas en distintas ocasiones y con gusto, por el contento que resulta. La parte superior es de madera, pues la obra primera en piedra se arruinó, prueba de los malos principios de la construcción. Su diámetro es de 108 pies o 18 sajenes. En el medio está un tabernáculo de buena arquitectura que contiene el Santo Sepulcro en la misma forma en que fue hallado, con una lápida que cerraba la entrada sin inscripción alguna. Más adelante sigue la pieza del Altar Mayor de la iglesia en el modo griego, y tiene una cúpula elevada con una galería alrededor. Detrás de dicho altar está el coro en forma semicircular, con siete órdenes de asientos en forma anfiteatral y columnas alrededor, en medio de las cuales, al centro, está la silla patriarcal, y en los intercolumnios hay lugar para seis más que se pretende era el lugar de los demás patriarcas.

Luego pasamos a la iglesia subterránea en que está la capilla en forma de cisterna, donde Santa Elena encontró la cruz en que fue crucificado Jesucristo; habla aquí un pozo antes y lo han cerrado por la humedad. Al Tesoro después, que está en una pieza muy clara, y bien conservado, con el mayor aseo. Consiste en vestidos riquísimos decorados con perlas y vasos sagrados, por el valor, según me informaron, de 200.000 rublos. Aquí se ven diferentes volúmenes de la liturgia griega, firmados del puño de la Emperatriz actual en tiempo que era Gran Duquesa y regaló a este convento. Al sepulcro del Patriarca Nicón, que fue el fundador.

A la Capilla de Gólgota -porque así se llamaba la montaña en que dicha cruz se encontró- donde se ve la forma de la cruz en cuestión, hecha de dos tablas gruesas y no palos redondos como los romanos dicen, y al pie un pedazo de mármol que se figura roto del temblor que siguió a la expiración, y estos monjes enseñan con un misterio singular.

A la Torre, de donde se goza de tal cual vista, y no se puede subir más que hasta el primer cuerpo. A la Biblioteca en que habrá 400 volúmenes y como 300 de M. S., mas no pude saber qué contenían. Hay un pequeño cuarto oscuro en que estuvo preso Jesucristo y una imagen de éste en grandor natural, mas cubierta con un lienzo toda, pues según el dogma griego, éste es un ídolo, digo yo... De aquí pasamos a la habitación de dicho Apolos, que está muy decente, y éste nos dio un muy buen vaso de vino de Hungría, con que continuamos nuestro paseo. Al refectorio que es grande y hay allí una iglesia para el invierno con estufas. Al alojamiento que tienen para huéspedes, muy cómodo y decente, por cierto. Luego pasamos a una hermosa logia con balcón que cae al jardín, y aquí tuvimos nuestro refresco de naranjas.

Después seguimos todos los muros alrededor que tienen una versta de extensión. Sobre la puerta principal está una pequeña iglesia en un torreón cuadrado, que llaman la entrada a Jerusalén. Otra de las torres que está en un ángulo tiene dos galerías que comandan una buena vista y de aquí se ven las alturas o montezuelos que aquí han confirmado con los nombres hebreos de Tabor, Eleón, Ayermon y Gólgota, esto es, calvario.

Descendimos al jardín o bosque en que está la ermita del Patriarca Nicón. Esta es una pequeñísima casa con pequeñísimos cuartos en que se pretende vivió este anacoreta, y realmente que siendo él como su retrato lo representa, corpulento, era preciso que estuviera aquí dentro sin moverse; mas estaría sin frío por la buena disposición de la estufa.

De aquí dimos un paseo por la orilla del riachuelo Istra, que corre por aquella selva y contribuye a su mayor amenidad. La Emperatriz, me dicen, estuvo aquí por tres días paseando este sitio verdaderamente solitario y ameno. Volvimos al convento y visitamos las celdas de varios monjes que, aunque buenas y cómodas -mejores que las del monasterio de la Santísima Trinidad- están puercas. Al Palacio antiguo, hecho por el Zar padre de Pedro I, y no vale cosa. Luego a la habitación de nuestro buen y político Archimandrita, que nos dio muy buen té y yo escribí mis observaciones. Me informó que había actualmente cuarenta monjes y tienen por toda renta 4.000 rublos, que apenas bastan para mantener los edificios, y así se ve que van en decadencia, pues como no tienen grandes reliquias, la limosna apenas llegará a 400 rublos anuales. Antes había hasta 700 monjes que tenían 25.000 paisanos suyos.

Me despedí con mucho agradecimiento de este atentísimo fraile y tomé mi coche para volverme a las ocho y media. Me regaló una perspectiva impresa de dicho convento. Los caballos resultaron cansados. Tomamos otros en el camino y los de Posta que dejamos encargados esta mañana, los encontramos prontos y buenos, con que arribamos a Moscú a las dos y media de la mañana, de día claro y tomé mi cama con sumo gusto, mas sin haber comido cosa alguna en todo el día, cosa que no sucede sino en Rusia.

27 de mayo. Vino mi compañero después de las nueve, anunciándome que hoy era día de Corpus y que era necesario ir a ver esta gran función en la iglesia católica, etc. Me vestí y fuimos, efectivamente, a eso de las once. Numerosa congregación y muchos rusos que por curiosidad mas respetuosamente, asistieron. Había en el patio sus calles formadas de ramos y dos altares para la procesión. ¡Cuánto tiempo hace que no veía semejantes ceremonias! A hacer visita al señor Bougarelli y luego a casa.

A las cuatro tomé el coche con el señor Mey y fuimos a ver la sala de Coronación que está en el Kremlin. Es bien grande, magnífica, y forma un cuadrado; mas un pilar que tiene en el medio para sostener el techo, que su arquitecto no supo sostener de otro modo, le quita la gracia y disminuye su magnitud a la vista. Hay un rico dosel con un retrato de la Emperatriz actual coronada debajo, y en ángulo, tribuna para músicos. A las salas del Senado, que están allí inmediato y es el sitio donde este forma sus asambleas, despacho, etc., a menudo. Nada tiene que notar.

De aquí pasé a hacer una segunda visita a la Casa de Expósitos, mas no hallé su director, señor Goguel, en casa; quise entrar en un pequeño teatro que noté tenía dicha casa, mas no hubo quien lo abriese y así pasé a un edificio vasto que hay inmediato perteneciente a la propia casa, en que encontré manufacturas de medias, de naipes, de relojería, ejercidas y en beneficio todas de los mismos sujetos que se crían en el instituto éste... El aparato y disposición de ellas me pareció magnífico, mas los artífices y las manufacturas muy poca cosa.

En casa de mi Arzobispo, a quien encontré aún inter silvas solo. Emprendimos nuestra conversación y me confesó que estaba disgustadísimo del empleo y del despotismo del país. Que quería soltar el primero y en cuanto al segundo me decía que un esclavo no tiene recurso ni puede quejarse contra su amo y que la ley autoriza a éste para que le haga dar el knut, que es la máxima pena y que la justicia debe ejecutar sin más examen. Pobre humanidad. Me contaba varias interesantes anécdotas de la Corte, en que ha vivido largo tiempo, y define el carácter del Príncipe Potemkin muy bien, colocándolo siempre en los extremos... de la mayor altivez a la mayor condescendencia; de los más ricos trajes a los más vulgares; de la comida más exquisita a la más ordinaria; del carruaje y aparato más suntuoso al más sencillo y común, etc... A las once me retiré y le ofrecí otra visita antes de partir.

28 de mayo. En casa por la mañana y a las cuatro de la tarde partía Kuskovo para hacer otra visita al Conde de Cheremetief en pago de sus atentísimas expresiones y finezas. Estuvimos un rato en sociedad, tomamos té y después fui aún a dar un paseo por el jardín con el señor de Lautitz, por parajes que no estuvimos la tarde antes. A la Casa de la Caza, donde tiene más de 160 perros hermosos y el edificio es bonito, en el buen gusto gótico. Al parque, en que observamos muchos ciervos y la mayor parte, venados pintados de América. Entramos en el corral en que tiene como unos 30 lobos de Siberia, etc., y entre ellos hay uno nacido aquí en este paraje, pintado de blanco y negruzco coloraduzco, como un perro, cosa muy singular... y éste es, justamente, el más feroz de todos los que allí hay, que no son zorras, por cierto.

Hay en otro corral cochinos de la China, que son muy feos, por cierto, pues los pies traseros son más cortos que los delanteros y así forman una ridícula forma, particularmente cuando comen. Al pabellón que está en el centro de dicho parque, forma rotonda, orden Dórico, y en mi concepto una buena composición y la mejor de cuantos edificios contiene dicho jardín. Alcanzamos a ver una liebre de angora, que tiene el pelo sumamente largo y fino y son mucho mayores que las de Europa.

A casa del buen viejo, que me ha cobrado sumo cariño y me enseñó una carta que acababa de recibir de la Emperatriz, fechada en Kherson el 16 del presente; para el arribo de Su Majestad aquí hace construir una puerta triunfal y un hermoso teatro de madera. Estaba con sus dos hijas e hijo pequeños -estos son naturales, habidos en una criada suya, mas legitimados ya por la Soberana-, la señora Godin, el aya y el señor Bouilli, el ayo, en cuya compañía nos pusimos a cenar. Durante la cena me informó este buen viejo de varias cosas sumamente interesantes relativas a la vida de Pedro I. Una, que cuando se resolvió a la batalla de Poltava -que dio, dice, porque ya estaba harto de la guerra- dijo a su padre, el Conde de Cheremetief, que era el General en jefe: "Te ordeno que des la batalla, mas te suplico ahorres la sangre de mis gentes". ¡Ah, expresión verdaderamente digna! Otra: cuando murió Carlos, y él, con impaciencia, quería concluir la paz con la Suecia a todo coste, para ir en busca del imperio de Darío, como Alejandro, sacó su lápiz, y tirando una línea sobre el mapa, dijo al Canciller de Ostermann que hiciese pronto la paz. Este, con su dedo borró inmediatamente dicha línea a lo que, atónito el Soberano, el Canciller le pidió el lápiz y tiró otra, en que se conservaban Livonia, Estonia, etc., que Pedro quería abandonar por la paz, cuya conducta le abrió los ojos y dio un abrazo a su Canciller y gran Ministro, sin el cual todo esto se hubiese perdido para la Rusia, al que poco después le quiso cortar la cabeza... Me dijo que Pedro solía decir con sinceridad que la batalla de Narva había hecho perder la cabeza a Carlos, y a él, la Poltava. Excelente confesión. En fin, duró nuestra conversación hasta medianoche en que yo me retiré y el Conde se despidió dándome mil abrazos y expresiones de cariño, etc.

29 de mayo. A las once vino el señor de La Rosière y fuimos a comer con el Conde Panin a su casa de campo de Misalkova. De paso entramos en la del Mariscal Razumovski, que está una versta antes. No tiene cosa de particular, aunque buena, ni tampoco el jardín e invernadero. Se ven allí delante varias piezas de artillería en número de más de 20 y no sé qué significación tenga ello, sino que como atamán de cosacos le quepa esta simple prerrogativa.

Llegamos a casa de Panin a la una y media; él se vestía y yo me salí al comedor donde había varias otras gentes del país, que viéndome en mi traje sencillo, no me hicieron caso; mas luego que vino el Conde se quedaron suspensos estos tontos vanidosos. Hubo damas extranjeras en la mesa y así la señora Bodé no salió. El joven Conde, de 16 años de edad, me fue presentado por su padre y también comió con nosotros, igualmente que un ex jesuita, el señor Meré, que está como ayo en la casa, y un médico holandés llamado el doctor Ditz, que dicen es hábil en su profesión.

Después de comer, tomamos café y hubo una disertación un poco porfiada en que este doctor pretendía probar que no había verdaderos conocimientos humanos en las ciencias y que estos no contribuían a la felicidad del hombre, si es que los había. El sistema de Pirrón, se conoce, había hecho impresión al doctor, mas no lo había bien comprendido.

Después nos hizo el Conde ver muy buenos caballos de sus haras, en su picadero, y de ellos vendió algunos a 400 y a 500 rublos. Después volvimos a la galería, se unió la erudita señora Bodé, tomamos té y hablamos de la guerra, historia, etc. Yo pedí permiso para ir a dar, antes de que el sol se pusiese, una vista a las perspectivas hermosas que este jardín ofrece y yo había visto antes. Me acompañó el joven Conde y estuvimos en su casino, dispuesto por su difunta madre, que es muy bonito y en el tope tiene un belvedere que goza de excelentes vistas; la ciudad de Moscú se descubre también. De aquí fuimos a un templo rotondo del jardín en que se conservan bustos de mármol de toda la familia. Son descendientes de Lucca, en Italia, y su nombre, Panini. El del Conde, que fue ministro, es el mejor de todos.

Luego volvimos a emprender nuestra conversación y me ratificó lo que el Mariscal de Rumantzov me había dicho, de que en la batalla de Zorendorf, los prusianos, en número creo de 15.000 hombres, atacaron a los rusos a las órdenes de Fermer, que tenía más de 100.000 hombres y que una división entera de estos, consistente en 7.000 hombres que mandó el mismo Conde de Panin, quedó reducida a 700, y él, como General, herido. Me contó su sitio y toma de Bender y me decía que Suvorov era su Don Quijote.

En fin, concluida la cena, que eran ya más de las once, me retiré y él me colmó de mil cariños y amistad, como igualmente el Conde joven y la señora Bodé, de quien me contó algunas anécdotas interesantes el señor de La Rosière, y entre otras que, queriendo, por consideración a su hijo, despedirla el Conde enviándole 50.000 rublos, ella se los volvió y se retiraba, etc. Me aseguran que es dueña en el día de más de 100.000.

30 y 31 de mayo. Escribiendo todo el día.

1º de junio. Del mismo modo.

2 de junio. Escribiendo toda la mañana y a las dos a comer con Korsakov, donde encontré al señor de La Rosière. Después me enseñó aquél una carta de su padre siendo comandante de Azov, en que le hace varias preguntas relativas a su empleo al Zar Pedro I, y éste le satisface juiciosísimamente en la hoja medio llena que está en blanco, de su puño mismo; lo que prueba cuánto método, sistema y actividad tenía en su gobierno y despachos este grande hombre.

A las cuatro fuimos, por favor también del Gobernador, a ver los coches de parada que sirven para la coronación de los soberanos, etc. Aquí se ven los que sirvieron a los padres de Pedro I, a los Patriarcas, que interiormente tienen santos y en medio una forma de cruz, y todos los soberanos hasta Elizabeth -en número de unos veinte- en cuyo coche se coronó Catalina II, y es a la verdad un contraste el más sorprendente que quiera imaginarse en tan corto espacio de tiempo. Es grandísimo y magnífico. El de la Emperatriz Ana tiene esculturas de sumo gusto. Mas lo que sobre todo interesa es la calesa o cabriolé de Pedro el Grande, con sus ruedas remendadas y en tal guisa que hoy se avergonzaría uno de ir en ella. En ésta pues, de dos caballos y un palo en la mano -que también se conserva allí- en forma de la clava de Hércules y sin pulir, este grande hombre recorría su imperio y admiraba el universo entero... dando a sus súbditos y a todos el ejemplo mayor y más útil de la sencillez y de la moderación, características siempre de una grande alma, y que por desgracia se ha imitado tan poco en esta nación... Qué contraste, realmente, con el gusto actual. Algunos trineos magníficos y entre otros uno cubierto que puede contener doce personas, con su mesa en medio, muy cómodamente, y una estufa debajo de la mesa. En éste vino de Petersburgo aquí la Emperatriz Elizabeth. También hay allí un gran sombrero ordinario y casco de acero para la cabeza, pertenecientes a Pedro el Grande.

De aquí pasamos a una fiesta de caballos en el gusto inglés que se celebra fuera de la Puerta Roja o arco triunfal que los mercantes de Moscú elevaron a la Emperatriz Elizabeth. No valía un diantre y pagamos a dos rublos por persona. A ver el palacio que era de Le Fort, favorito de Pedro I. Es sumamente vasto y está abandonado en el día porque sirvió de hospital en tiempo de la peste. Al jardín Imperial, que me gusta cada día más, y allí politicamos un poco el señor de La Rosière y yo. Después a casa de éste, la primera persona aquí que me ha hecho cenar familiarmente con su familia.

3 de junio. Escribiendo en casa todo el día y a la siete fui al baño ruso público, en que estuve una hora y creí asarme vivo. Un galopín me lavó con un poco de jabón en unos poquísimos lechos de tablas y con unas ramas verdes. Al salir me pusieron un poco de heno, sin almohada ni cubierta, y sólo con un pedazo de sábana encima para que sudase y me reposara... Parecerse quieren a los bajíos de Constantinopla. Y después no quedó contento el bribón con rubio y medio y 20 kopeks para él.

Di una vista después al baño de hombres en que había infinitos desnudos, como su madre los parió, y al de las mujeres en que en gran número, y de la misma manera, se lavaban el chocho, paseaban, etc.; dos o tres me parecieron hermosas formas, sin embargo. Me volví a casa y lo pasé escribiendo hasta medianoche.

4 de junio. Escribiendo todo el día sin que aparezca un alma, como si no hubiese traído una letra para nadie.

5 de junio. Temprano me levanté, fui a hacer visitas. Hallé que el Coronel Korsakov habla llegado de Kiev, quien me trajo mil expresiones del Mariscal Rumantzov y me informó que la Emperatriz había partido de Kherson a Táuride con el Emperador, el Príncipe Potemkin, Mamonov, Conde de Cobenzl y señora Branitzka, en un coche de seis asientos. Otro igual para los ministros extranjeros, etc., y el Conde de Bezborodko en una berlina a dos asientos, disminuyendo toda su comitiva a esta expresión.

Luego a casa del señor Rowan con quien tuve una buena hora de conversación; me convidó para mañana al campo y concluyó en que ésta era una nación asiática y no otra cosa aún. A casa a comer y por la tarde a hacer algunas visitas... Mi amigo Platón, que lo encontré de marcha para ir a recibir a los jóvenes hijos del Gran Duque, que deben llegar esta noche a 30 verstas de aquí, y así me tomé la dirección para otra parte. Pasé por un baño donde observé muchos hombres y mujeres desnudos y casi todos mezclados, sin que a la vista de tantas Evas, uno siquiera bandase... cosa singularísima. Y así también observé varias mujeres vestidas que habían entrado enmedio de los hombres a hablar de negocios, sin que se observase la menor conmoción o novedad en ellas, ¡jóvenes sin embargo!

Luego a casa de La Rosière. Tomamos té y hablamos de la guerra y del país hasta las nueve y media. Me ha enseñado una carta del Conde de Guibert en que éste le dice tiene escrita una Historia General de la Guerra de 1756, "Le morceau le plus singulier de ce siècle", mas no se atreve a publicarlo, etc. Fuimos a ver una famosa casa de juego aquí casa del Mayor Lachinov, donde se junta mucha gente de la nobleza. Efectivamente, hallamos una casa muy decente; numerosa y decente compañía, con más de ocho mesas diversas de Banca y una cena muy buena a que se sentaron los que tuvieron apetito, y el dueño de la casa me hizo mil atenciones, nos dio muy buen vino de Hungría, etc., y yo tuve larga conversación con el Coronel Koslov, que acaba de llegar de Kherson, contándome las satisfacciones de Korsakov, Mordwinov, etc. A medianoche me retiré a casa.

6 de junio. Tuve aquí esta mañana al señor Rost, que me comunicó la lista adjunta de noticias relativas a esta ciudad, su población, etc., según consta por los documentos que tiene el gobierno. Sin embargo, encuentro que no están todos de acuerdo en cuanto a su población, pues el Arzobispo Platón me dice que será de 250 a 300.000 individuos, y los otros no le hacen ascender más que a 200.000. El medio proporcional será tal vez el más aproximante a la verdad. Es la ciudad de una grandísima extensión. No he podido conseguir un plano, sin embargo; mas qué importa, si hay vacíos en el medio que hacen dudar muchas veces si uno está en la ciudad o en el campo. Las calles Novaya-Basmania -el nuevo Basman- en que los edificios están muy compactos y Tverskaia -calle de Tver- son hermosas, seguramente.

He estado a comer con los dos Korsakov y allí tuve ocasión de conocer dos oficiales rusos llamados Rakmanov, ambos generales-mayores y hermanos. Tuvimos muy larga e interesante conversación que duró hasta las 9 p.m. que nos fuimos al Vaux-Hall, y me parecen sujetos de muy buen juicio, bello modo y buena instrucción. En el Vaux-Hall hubo baile y mucho concurso de damas muy bien parecidas, que duró hasta medianoche que nos retiramos a casa. Hace hoy un frío de llevar pelliza y así he observado que varias gentes del pueblo la llevan efectivamente, cuando hace dos días que hacía bastante calor.

7 de junio. Vino el Coronel Korsakov a las diez y estuvimos en larga conversación por más de una hora. Después el señor Mey, a quien he dicho que el bribón que es su recomendado, porque no le entregué ayer cuanto dinero pedía para una composición que se le prohibió hiciese, a escondidas sacó el carruaje de la cochera y se lo llevó. Después de comer vino La Rosière, con quien tuve larga conversación; también el señor Rost a quien encargué mi carruaje, que aún no aparece, y quiero partir mañana sin falta. Envié mi lacayo ruso con puntualidad y dicho amigo me envió cartas para varios comerciantes ingleses en Petersburgo.

Mi criado Carlos, que de mala gana sigue el camino, sin embargo de que está ajustado hasta Petersburgo, me impacientó de manera que le di un rempujón y de aquí tomó pretexto para esconderse en la casa, haciendo semblante de que se había escapado. Le descubro en un cuarto y le mando que salga; no me obedece y le sacudo un par de bofetones, con lo cual echa a correr. Le hago seguir por la guardia que lo atrapa; mas no entendiéndome lo que digo, los soldados lo sueltan y yo le sigo para hacerlo arrestar, él echa a correr por los tejados y me deja solo.

Aquí comencé a experimentar de una manera sumamente desagradable la mala policía del país y lo que un forastero tiene que sufrir con los criados, mecánicos, etc. En fin, llamé al señor Rost, por segunda vez, para pedir un soldado al Gobernador hasta Petersburgo, y mi calesa, que aún no hay forma de que aparezca. La Rosière me acompañó aún un rato y luego se fue, dejándome solo, sin un individuo en toda la casa que me entendiese una palabra. ¡Qué desagradable situación por cierto!

Finalmente concluí mi diario y escribí al Mariscal Rumantzov -¡qué buena tranquilidad para el caso!- dándole mil gracias por el alojamiento y aún el coche, que por su orden pagó el ayudante, y no quiso permitir que diese yo el dinero. A las 10 p.m. vino últimamente el señor Rost con el pasaporte3 y diciéndome que no había modo de darme el soldado porque estaban todos, con el próximo arribo de la Emperatriz, sumamente ocupados, mas que se vería modo a por la mañana.

No puedo explicar lo desagradable de mi situación, mas no hay remedio. Púseme con mi mayor paciencia a formar mi bagaje, recoger y empaquetar libros, con el corto auxilio de mi lacayo Iván que no me entiende una palabra, y a medianoche termine esta fatiga, con lo cual me retiré a la cama un poco resuelto a partir conforme llegasen los caballos y mi carruaje, que aún no había aparecido, aguardando que mi criado entrase mientras que yo dormía y me robara, pues ninguna puerta de dicho alojamiento tiene llave y yo tenía en mi poder sus pasaportes, etc.

8 de junio. Me levanté temprano y escribí al Coronel Korsakov para que viniese y me acompañara a casa del Gobernador para transigir mis asuntos. Tomé té, me afeité y preparé para salir, cuando entra el señor Rost, asegurándome que todo está despachado y que mi criado y el cochero están en la prisión a mi orden, por la del Gobernador, para que sean castigados, etc. Esto me tranquilizó el ánimo seguramente y así le entregué los pasaportes de mi criado para que se los entregara después de una reprensión. Y así también el dinero para el bribón del cochero, después que estuviese ocho días en prisión (18 rublos me arrancó al fin).

Vinieron los caballos y la calesa, muy bien reparada, con que comencé a aprontarla para la marcha. Y el señor Rost me ayudó fielmente como buen amigo, cuyo servicio no olvidaré jamás, pues el señor Mey no ha aparecido después que me enredó con el cochero, obligándome por una parte a no darle los agradecimientos de los servicios que me hizo y por otra, haciéndome sumo perjuicio por su inexperiencia.

Vino Korsakov a eso de las 10 a.m. y le di mil gracias porque ya su auxilio no era necesario, y con el de mi amigo Rost y su autoridad de oficial sobre los criados, ya estaba todo casi aviado. Entré en casa del ayudante del Mariscal para despedirme y decirle mis sentimientos sobre su negligencia, al mismo tiempo que para preguntarle si mi criado debía alguna cosa que hubiese tomado en mi nombre, etc. Me hizo sus excusas y efectivamente me parece que todo procedía de ignorancia. Subí a ver la casa en lo principal, que es muy buena y seguramente puede llamarse un pequeño palacio -es dádiva de esta Emperatriz al Mariscal- mas se arruina el edificio y su mobiliario sensiblemente.

Hice provisión de vino, pan, salchichas, etc., porque ésta es la costumbre del país, y a la una p.m. nos pusimos en calesa el señor Rost y yo, quien me acompañaba hasta la Puerta para darme allí un soldado de la policía que me acompañase hasta la primera Posta, donde, según un pasaporte particular que traía, me darían de Posta en Posta un postillón imperial para que me acompañase. ¡Mas qué hacer con todo esto, si no me entienden una palabra! En fin, llegamos por la calle de Tver a la Puerta que dirige al camino de Petersburgo, donde tomé mi soldado y dije adiós a mi buen amigo el señor Rost, que me asistió con suma fineza hasta la hora de mi partida.

Supe al tomar el carruaje que el Conde de Razumovski había llegado el día antecedente de Petersburgo a su casa de campo de Pablovska, a seis verstas de aquí, junto al Conde de Panin, y teniendo carta para él de su hijo el Conde León, no quise dejar de conocer un hombre famoso como éste en el país. Me dirigí hacia allí y mis gentes que no sabían el camino, ni yo cómo explicárselo, dieron tantas vueltas que no llegamos allí hasta cerca de las tres.

Estaban ya a la mesa. Yo entré y la brillantez del vestido de los criados, etc., oscurecía tanto el mío, sin embargo de que era bastante decente, que un hombre que en una mesa separada comía en la antesala y a quien pregunté si vivía allí el Mariscal, me respondió que sí con aire desdeñoso... e inquiriendo que qué quería y respondiéndole que hablarle, con sonrisa y tono insultante me dijo que estaba a la mesa. Yo le respondí que no era en la mesa seguramente que le quería ver, mas que no era sujeto tal vez que lo desmereciese, que daría un paseo en el jardín ínterin concluía la mesa.

Paseé y después de una media hora volví, cuando un ayudante vino a preguntarme si era extranjero. Puede ser, le respondí, y entré a ver dicho Mariscal, que leyendo la carta me hizo mil atenciones. Hablamos sobre la Grecia, Italia, etc., con sumo gusto y amenidad en su conversación. Me dijo que en el camino había tenido ya aviso de mi persona y que se había propuesto el convidarme a pasar algunos días en su compañía, pues deseaba conocerme, etc. Yo le respondí muy atentamente que estaba ya en marcha y que no podía detenerme. Me instó mucho, sin embargo, para que me quedase, mas mi situación me lo impedía absolutamente, bien que yo ya lo apetecía, pues hallé su conversación sumamente afable y atenta.

Llegaron en esto varios nobles de la primera jerarquía de Moscú, a quienes me presentó de nuevo con suma fineza. Tomamos té y nuestro hombre, ayudante y mujeres que me habían tomado seguramente por un mendigo, por la falta de lacayos, etc., estaban algo sorprendidos. Me decía dicho Mariscal que en Petersburgo me aburriría, mas yo le decía que llevaba la idea de ver la revista del Rey de Suecia en Finlandia, a que me respondió que no creía la hubiese por este año, porque su hijo que está allí de Ministro, se lo habría prevenido seguramente y que así sería mejor que me detuviese en su compañía. Me excusé del mejor modo que pude y partí a eso de las ocho con sentimiento de no tratarlo más tiempo y de recibir su hospitalidad. Me encargó mucho que viese a toda su familia en Petersburgo.

De paso por Misalkova, que es una versta más adelante sobre el propio camino, quise decir adiós al respetable Conde Panin y así salté de mi calesa dejándola en el camino. Me recibió este buen veterano con tanto gusto y alegría, asimismo que su hijo el joven Conde y la señora Bodé, que fue preciso quedarme a cenar con ellos. Les conté la aventura de mi criado y mi presente situación, y todos, con un interés y terneza paternal, me rogaron que me aguardase un poco y me darían un criado fiel que me acompañase... cuya generosidad me obligó tanto que no pude menos que condescender con cuanto quisieron y ¡me hubiera quedado toda mi vida a vivir con ellos!

En fin, despedí mi soldado, la calesa se guardó con seguridad y nos pusimos a cenar con la mayor cordialidad. Después vino el mismo buen viejo a acompañarme a mi cuarto de dormir en el casino del hijo y también la señora Bodé. Yo volví a reacompañarlo a su casa y me contó de camino algunas curiosas anécdotas, entre otras una del Mariscal Razumovski, en que éste, viendo la repugnancia de Panin a firmar un papel que no había leído, le decía que él hacía todo lo contrario, que era no leer jamás lo que firmaba, cuyo pasaje no deja de indicar bastante un rasgo del carácter del uno y del otro. Nos despedimos hasta por la mañana y el joven Conde, que es amabilísimo, me acompañó hasta la hora de dormir.

9 de junio. Luego que estuve levantado vino el joven Conde con una lista de palabras rusas que me había compuesto con su pronunciación para que me sirviese en el camino; libros, frutas, etc. ¡Oh, qué bondad de gentes y qué amabilidad!

Después de tomar té y café, tuvimos leche, manteca, etc. y fuimos después a casa del padre que ya nos aguardaba para ir a dar un paseo al jardín e invernaderos frutales en que habrá más de 1.000 árboles. Cogimos duraznos, albaricoques, etc., y a mí me hicieron mi provisión de frutas para el camino. Aquí tomamos la línea y fuimos a dar un paseo por todos los parajes más bellos -que no son pocos- y hermosas vistas, los cinco con el señor Meré, el ex jesuita. La conversación fue sumamente erudita y tan interesante, que todos nos cebamos grandemente. De vuelta a casa visité los apartamentos de la señora Bodé, en que observé varios y muy buenos libros, síntomas infalibles de la instrucción y del buen gusto cuando se ve que el dueño los maneja. En el gabinete del padre se observan las láminas de Hogarth. Comimos algo temprano, pues a las tres se proponía el Conde ir a hacer una visita a los jóvenes Grandes Duques que han llegado ya a Kalomenskoie.

Después escribí una carta de gracias para el Gobernador al señor Rost con mis agradecimientos, de la cual quiso bien encargarse el joven Conde, y ellos partieron después de las tres para su visita, despidiéndose tiernamente de mí, con mil muestras de amistad y cariño. La señora Bodé aún me quería detener un poco, mas yo huí la circunstancia y así tomé mi carruaje con mi buen criado Alexis, y donde encontré infinita provisión de vinos, pastel, ternera, etc., y con notable sentimiento dejé aquellas gentes."